La Huerta Vecinal de Villa Pueyrredon, un proyecto sustentable comunitario
Se emplaza en Curupaytí y Argerich, junto a las vías del tren. Participan de manera activa más de 30 voluntarios, en busca de la “soberanía alimentaria y educación ambiental”.
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En un predio de 120 metros de largo junto a las vías del tren Mitre, en las calles Curupaytí y Argerich, funciona desde hace dos años la Huerta Vecinal de Villa Pueyrredon. En el espacio, donde se propone lograr la “soberanía alimentaria y educación ambiental”, colaboran más de 30 voluntarios activos que cada semana se dedican al “desyuye”, riego y mantenimiento del lugar.
“En el largo cordón ferroviario se pueden visualizar acelga, rúcula, variedades de lechugas, tomate, maíz, girasol, calabazas, zapallo plomo y más. El espacio también contempla todo el ciclo para recuperar las semillas y conservarlas en un banco para su intercambio y enriquecimiento. Además, el grupo de Villa Pueyrredón trabaja en colaboración con la cooperativa El Álamo para dar charlas y concientizar sobre la separación en origen”, detalló La Nación en una crónica publicada ayer sobre el “boom” de las huertas comunitarias.

“Con la pandemia explotó el espacio en el buen sentido. Al no ir los chicos a la escuela y haber otra dinámica familiar, lo que sucedió es que aparecieron los niños y las familias, en busca de un espacio cercano y seguro, interesados por la huerta y los alimentos”, explicó al diario Cecilia Gregoratto, integrante activa de la propuesta desde sus inicios.
Parte de lo que se cosecha se destina a una olla popular, que funciona dos veces por semana y potenció su ayuda a raíz de la pandemia de coronavirus. “Desde marzo hasta agosto llegaban entre 50 y 60 familias todos los martes y jueves. En ese mes empezó a mermar y ahora son menos de 20 familias”, cuenta Cecilia.

Respecto a la interacción vecinal, explica que “el que viene participa de la manera que quiere y puede”. “La huerta es muy diversa: genera alimento, integración, es terapéutica, nos ayuda a volver a mirarnos, a intervenir en el barrio -destacan-. Es la recuperación de un espacio en desuso de la comunidad para la comunidad. Se dan procesos pedagógicos: recuperar la alimentación y la observación de los tiempos de la naturaleza, en un mundo y una cultura que está atravesada por lo rápido y el descarte. Es un espacio de realidad, de comunidad, del cara a cara, donde se fomenta y se nutren valores”.
Crédito de foto de portada: La Nación.
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